Necesitamos tiempo propio…
Esto puede ser tan urgente como tomar agua fresca una tarde insoportable de verano, o como rascarse la nariz.
Tiempo propio no para meditar, o alcanzar la postura perfecta, sino para reír, para celebrar, para disfrutar.
Necesitamos hacer una fiesta.
Dejar las quejas de lado y la regla perfecta para saber si nos iluminamos o no.
Y alzar una copa de buen vino, limonada casera o soda, no importa.
No es cuestión de plata, ni de lugares, sino de sacudir un rato la vida. El tiempo invertido en «descubrirse a sí mismos» si se convierte en un trabajo, ya deja de responder al gozo del Ser. Esto deshidrata tanto el interior que lo vuelve opaco, quebradizo…
Estar sin más reclamos que las propias ganas de celebrar y contarlo con el cuerpo, la risa ancha, arrugando bien la cara y abrir la casa de par en par.
Necesitamos tiempo para reír, reír es una maravilloso gesto de gratitud.
Hasta en cielo los ángeles festejan ser ángeles.