Estamos hechos de historias (alguien dijo esto pero no puedo recordar quién fue)
La historia que me contaron hace un tiempo me sumió en la ternura más grande
y más pura que supe experimentar hasta ahora. Y quiero compartirla con vos.
Un humilde y anciano zapatero de origen español un día escuchó la oración más preciosa que había escuchado en toda su vida.
Desconociendo completamente el idioma en el que estaba dicha la oración, la sintió con todo su corazón.
Como no sabía hebreo le pidió a alguien que le explicara que decía la oración y se la pidió para poder rezar.
Leía sin saber el idioma.
La oración invocaba la luz de Dios y a sus ángeles bien amados. El anciano feliz comenzó cada noche a rezar.
Leía lo que podía en otra lengua que desconocía.
Pero su emoción era muy grande y crecía en amor y fe cada vez que la decía.
Un día el Rabí pasa por su local de reparación de calzado y le pregunta cómo le había ido con su oración.
Y el anciano colmado de alegría le dice que todo estaba mejorado en su vida. Su mujer estaba mejor de salud,
sus hijos estaban prosperando en sus negocios y él podía caminar largas horas por el pueblo,
sumergirse en sus jardines y pasar horas interminables entre sus flores y árboles frutales.
Se sentía realmente mucho mejor.
Sin saber hebreo había logrado decir la oración en esa lengua tan extraña pero hermosa para él.
Cuando el anciano le enseñó —después de un largo tiempo— lo gastada que estaba la hoja de la plegaria, el Rabí pudo leer algo
de lo que estaba escrito y se sorprendió al ver que eso no era una oración para invocar la luz de Dios,
era una nota de reclamo a una oficina de correo.
El anciano había confundido las hojas. Y sin notarlo había tirado la oración y se había quedado con otro escrito.
El rabí amablemente sonrío y le dijo que siguiera orando su plegaria y se fue.
El anciano siguió orando y sintiendo que decía la oración más preciosa del mundo, cada noche antes de dormir.
¿La oración más preciosa del mundo?
Sí.
Lo que él amaba sentir. Esa era la oración más preciosa del mundo entero.
No es lo que decimos, sino la emoción con la que lo estamos diciendo,
el vapor que nace de la boca que nace del corazón que nace de lo que ama.
No es lo que entra por la boca, es lo que sale de ella lo que enferma a un humano
así había sido dicho por Jesús. Haciendo referencia vital a lo que «oramos»
Es lo que sale de la boca, el secreto. Algo anterior a la palabra incluso. Su vitalidad.
El aliento. Su luz o su falta.
Y así termina esta historia.