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Hay un río oculto, vibrante cruzando los meridianos de todo mi cuerpo.
¿Puede un ser vivo enamorarse de tan pura visión y no celarla con paciencia
vegetal?

–estoy segura que no–

Callar es poderoso, nutritivo.
Así que

¿por qué no caer de mi alma hacia los pechos sibilantes del universo?
y ser amamantada –cada día– con su savia fresca y aurea.

Entrar al fuego es letal.
Callar es entrar al fuego.

Una horda de hechizos -desde los más insignificantes hasta los más grandes- son aceptados, masticados por la oscura, vivaz vulva. El ruido parásito se ahoga. El hambre cesa.

La yerba se rompe,
se rompe cantando.

pero yo soy convertida en un jeroglífico blanco de humo callado.
callado como la boca de un hombre santo que entremezcla su saliva a la luz de la mañana.

En un principio la
luz es simple.

Es arder.
No entender.

– Lo que aprendí sahumando

lorena
ciocale

del libro poema nº 52

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