Me iluminó, no como el sol después de la lluvia, sino como un incendio antes del amanecer.
Las mariposas se prendieron fuego, las amapolas formaron un cuerpo de salvia y cardenales.
Todo mi cuerpo quedó sahumado por el bosque, hasta las estrellas me regaron por dentro su perfume de leche.
El sándalo apenas rozo mi frente, y el demonio se enamoró de mí. No tenía que echarlo, sólo saltar hacia el fuego, para que Dios nos mate.