debajo
de sus pies
quedaba sepultado el vuelo naranja de un ser pequeño
él
reía, reía como todos los niños,
casi
gritando,
y sin saber
que una clase de belleza así
era convertida al instante
en
una
cicatriz dorada del viento,
que no sabe morir.
tan silenciosas para los oídos humanos,
las
alas de las mariposas emiten sonidos
desnudos del tiempo
que
jamás dejan de volar, jamás
-el niño que conoce algunos secretos y aún no lo sabe