Elogio a la fragilidad en éste simple y breve instante…
La oración centrante del corazón es una práctica contemplativa, nacida de la tradición hesicasta.
Vinculada a la mística cristiana, aseguran sus más antiguos hacedores, que se originó mucho antes de la era cristiana.
Su práctica es tan sencilla como inmensa.
Tan profunda como extensa.
No necesita adornos intelectuales ni se sustenta en teorías complicadas.
Su fundamento es la simpleza, su efecto la paz.
El espíritu mismo de ésta practica transformativa colapsa toda idea dualista de la mente, haciendo girar la conciencia hacia la Mente originaria, hacia lo Real que ilumina sin cegar.
La plegaria del corazón depura, limpia, aligera, vacía y alegra. Así el corazón se abre a Dios y es consumido por su inefable amor.
Así el corazón despierta a lo que jamás duerme.
Introduce una refrescante inteligencia que limpia la carga de la culpa, el auto odio, la ira y la desesperación; es decir limpia lo falso sin darle fuerza.
Otorga quietud, intimidad, confianza.
Disipa el temor y la confusión.
Dotando a la mente de nuevos circuitos de conciencia para salirse de la repetición, del pasado.
Va hacia la raíz de toda desesperación y falta de alegría genuina; la idea de ser un Yo a la deriva, mendigo, aislado, autónomo y falsamente separado de su fuente.
La oración del corazón consiente a Dios, acepta su amor.
Su amor es lo único real.
El rezo del corazón es un elogio a lo simple.
La palabra hesicasta significa «quietud, silencio, paz interior».
El hesicasmo es una forma de vida contemplativa. Esta forma de vida sencilla lleva más allá de las formas ilusorias que hechizan la conciencia, para abrazar la comunión inherente con Dios.
El hesicasta es el que dice:
«Yo duermo, pero mi corazón vela» (Cant 5,2)
Para un mundo que se hunde en la confusión, la ira y la depresión, la plegaria del corazón es como agua fresca en medio del desierto.
En palabras de Jesús: «el que beba del agua que yo le daré,
no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré
se convertirá en él en una fuente de agua
que brota para vida eterna» Juan 4:14
Esta agua que calma, es el agua que hace desaparecer al que tiene sed, hace desaparecer al buscador confuso y sediento.
Hay muchas maneras de recordar el estar en Dios…la poesía es una vía en la que lo puedo experimentar.
Abrazar al roble viejo,
oler la tierra tibia y húmeda,
sonreír al ruiseñor,
mojarse los pies
con el pasto mojado,
callar y dejarse atrapar
por el humo blanco de la mirra,
aquietarse como una montaña;
éstas son otras formas de rezar…
de encontrar alivio y sanar.
Que todas tus relaciones
te sanen.