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En algún lugar
donde los ojos no saben ver
las ninfas del bosque
descosen su verano
a los árboles.
Y yo acá
desde mi casa de ciudad
puedo oirlas reír,
mientras avanzan, dentro
de las altas ramadas,
envolviendo los días,
entre crujientes amarillos
y mañana más frías.
Me doy cuenta que pueden
oírme ¡claro que pueden oírme también!
Nos volvemos próximos
de una manera deliciosa
cuando honramos
el lugar que ocupa
cada ser dentro de
la gran familia de
la existencia.

Ahora lo sé.
Y ahora lo sabes.

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