la primera luz
el alba abreva
sobre la boca de una flor
escribir para romper una pared, purificar un río y sus llantos
deprimir un encierro hecho de razones vencidas,
quitarse de adentro un mundo hecho de polvo y quejas
escribir para que el plomo se haga oro,
para que las plumas de las garzas no mueran de rigidez,
de nostalgia
no siempre alcanzan las buenas palabras para decir lo que hace temblar mis manos,
lo que conmociona al corazón hasta dejarlo abierto e iluminado como un jugoso damasco de verano
y ya sin vergüenza ni arrongia voy haciendo tajos, por donde dejar escapar mis ojos
es que no es justo dejarlos encerrados, sin poder aunque sea,
verter en el mundo algo de lo que han descubierto,
de lo que se han enterado, cuando descendieron de la superficie
del barullo que lo confunde todo, hasta el fondo de mi cuerpo.
¿y que hay allí?
en el fondo del cuerpo hay silencio;
un lago manso sin fin donde abrevan ángeles
desde ahí voy aprendiendo un lenguaje, que nadie sabe enseñar, porque es divino
salvo la savia oscura de las amapolas
que en secreto son las orejas del sol acá en la tierra
es que debajo del mundo hay un debajo…
desde ese fondo la vida gesta historias a susurros o gritadas,
que buscan ser primero escuchadas, luego aceptadas,
para hallar la pócima que quite
el hechizo de la mente bestial
escribir parece brujería ¡y lo es!
brujería no es hacer daño: es saber como quitarse del alma las hojas muertas
y vencer el viejo hábito de enfermar para poder ver , asumir -al fin- lo que somos
¿y qué somos?
no siempre van a nacer Rumis, Stornis, Bashos
pero siempre van a existir remansos anónimos de gente común que al escribir un poema,
esté curando en su propia sangre a la tierra y sus ancestros
de tanto espanto y sufrimiento acumulado
en pequeños gestos, maravillas inesperadas
somos aquello que cabalga las estrellas