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¿Pueden coexistir el ruido y la poesía?

Una breve definición de ruido sería: sonido inarticulado, sin ritmo ni armonía y confuso.
Una breve definición de poesía sería: composición literaria que se concibe como expresión artística de la belleza por medio de la palabra.

¿No será el ruido un exceso de confusión? ¿Una clase de advertencia, una ausencia insoportable?
¿Un tipo de inteligencia postiza, sin hondura, sin cielo?

Alfonsina Storni dice en su poema «El silencio»

¿Nunca habéis inquirido
Por qué, mundo tras mundo,
Por el cielo profundo
Van pasando sin ruido?

Ellos, los que traspiran
Las cosas absolutas,
Por sus azules rutas
Siempre callados giran.

Sólo el hombre, pequeño,
Cuyo humano latido
En la tierra, es un sueño,
¡Sólo el hombre hace ruido!

Solo el hombre hace ruido. Solo una poeta —Alfonsina— puede sentirlo y escribirlo así.

¿Es divino también el ruido? Una Vav rota, una letra sangrada -sangrada sí- hace ruido y la paz de los sentidos se polvifican ¿Por qué?
¿Por qué buscamos el silencio para curarnos? ¿Curar qué?

Vivimos en los bordes de lo insoportable: lo llamo La Bestia invisible.
Usamos y abusamos de técnicas espirituales, drogas, tecnologías, sexo para volver
a la Bestia un poco más amable, más ridiculamente amable, dócil. Le damos nuestra sangre, un sacrificio ritual para mantenernos anestesiados, es decir, salvo.
La Bestia es la Bestia. Ningún polvito llovido de Asgard, mantra, mudra o liturgia negra de los elfos eunucos de Alaska puede cambiar su vocación.
La Bestia tiene una vocación. La poesía no. La Bestia toma whisky. La poesía no. La Bestia medita. La poesía no. La Bestia es lineal, la poesía ruptura con lo lineal.
La bestia es la casa redonda. La poesía orfandad.

El veneno circula de día entre cristales. Peste concentrada. Nuestra preferencia es no escuchar. No escuchar. No escuchar, es el velo saturnino, abrillantado de la razón.
Escuchar desarma. Desarma los nidos protectores y el engendro de sus odios. Escuchar, en un comienzo, afea. Duele, también madura.

Angustia. Enturbia. Arranca. Prefabricamos respuestas para todo. Pastillas, y religión.
Usamos nombres de dioses de neón en vano, para llevar un alivio infertil a los que «sufren»,
postergando el desenlace vital y necesario del quiebre en noche.
En el quiebre es donde puede darse algo nuevo. Un cosmos. Una verbena y la mantis religiosa dentro de una catedral.
La creación. Poesía. Vibración. Desamparo. Luz que no rechaza la oscuridad, la recibe. Hay moscas y están brillando.

Sintaxis. Todo es un tema fundamental de sintaxis. El verbo ordena: «Luz, hágase l a». » La hágase luz» No. No fue así.
Fue: «hágase la luz» poetizó el Creador y la naturaleza se desplegó toda, y se hizo el tiempo, el espacio, Edén y pérdida del Edén. Costillas y Lucifer. Manzanos verdes y Venus.
Se desplegó relación. Vibración. Orden. El poeta se empapa de la vibración creadora —tormentosa y bella— y da testimonio de esa relación en su obra.

Aunque al principio tartamudee o aúlle. Misterioso paraíso perdido. ¿Quién puede aguantar tu literatura divina sin caer lejos de tu mirada
y confundirse con la voz del Ave fría?

¿Pueden coexistir el ruido y la poesía?

¿Por qué estoy acá cuándo podría no haber estado?

Están lloviendo cristos hoy.

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