Si arreglas la propia urgencia
de arreglar a los otros,
quizá recuperes la paz
y puedas permanecer
en esa calma curativa
donde se disuelve
todo juicio y condena,
y el dolor es conjurado
y sanado.
Limpia tu ojo, te pertenece!
Como decía Jesús…
observa, remueve la viga
en tu propio ojo
antes de intentar quitar
la paja en el ojo ajeno.
La visión que está limpia,
como cita un Curso de Milagros,
no ve el pasado de nadie en absoluto.
No puede juzgar porque nada sabe.
Son los juicios – los datos almacenados
en el subconsciente-
los que necesitan se arreglados y
así contemplar con ligereza
y sin carga el instante
presente.
Voy a limpiarme y vengo!
Que todas tus relaciones
te sanen.