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Es temprano,
en la plaza sólo hay algunas madres
y varios borrachos bostezando sin ganas -quizá nunca hayan dormido anoche-
el viento peina la marea de los árboles, el aire es frío, inusual por ser diciembre.
Y estoy cansada, cansada de sentir miedo,
de las mujeres que lo saben todo,
y de los hombres que le tienen miedo a las mujeres que lo creen saber todo.
Los ruidos de la ciudad son monstruos de uñas largas que raspan mi cerebro,
sacan lo peor de mí -a la bestia-
Estoy cansada de pensar en la comida, de Buenos Aires y su poca generosidad,
cansada de sentir que lo que hago no importa, del desprecio, de intentar y fracasar.
Pero algo quema, y no es es mi cocina.
No veo otra salida que arder.

-diario sin filtrar

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