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L a B e l l e z a  

d e  l o

I m p e r f e c t o

Imaginariamente consideramos que la  perfección puede inmunizarnos ante la mirada desaprobatoria de los otros, fortalecernos frente al desastre de los inevitables fracasos, volvernos más deseables con el paso del tiempo o admirables por el buen gusto adquirido, e incluso más amados si logramos ser realmente  perfectos en lo que hacemos. Cuando nos abrimos a la corriente creadora bajo sus distintas formas- como por ejemplo escribir un microensayo para un trabajo del curso que iniciamos hace unos días- nuestra hada inmaculada y caprichosa nos transporta en un estado casi hipnótico hacia el espacio en blanco de una hoja y nos inspira a salpicar un cachito de alma y asombro ahí mismo. Y lo hace sin la exigencia de que lo expresado tenga que ser “lo mejor escrito hasta ahora”. Simplemente, el hada inmaculada y caprichosa nos invita a jugar y a salir del encierro mortuorio que nos ofrece la comodidad de lo conocido y seguro. La inspiración se asoma entre los dedos  y así inicia el proceso creativo. Pero algo muy familiar se desata casi al mismo tiempo. Es esa voz maldita y seductora que  inyecta  vertiginosamente sus condiciones sin piedad. Una de sus condiciones es: no cometas errores. No cometer errores equivale a hacer lo correcto.Y hacer lo correcto es hacer algo importante, sin imperfecciones. Esta voz aborta el ánimo creador casi al instante.

 

“Me avergüenza”

 

La búsqueda del perfeccionismo pareciera prometer llevarnos lejos de la vergüenza que amenaza interiormente cada vez que asumimos el riesgo de crear algo nuevo. Esta es una de las emociones que más vulneran al ser humano y que se intenta evitar y arreglar en la búsqueda de lo perfecto.  ¿Qué emoción arrastra más al encierro que la vergüenza? ¿No resulta aterrador ser ridiculizado frente al público? ¿Qué tan hiriente puede ser el juicio del otro?

Por vergüenza evitamos ser lo que somos. Cualquier error, defecto o imperfección son censurables anticipadamente. La vergüenza mutila el acto creativo,mientras que el acto creativo, la cura. El temor a la crítica que daña, que desvaloriza,que humilla y condena suele estar presente cada vez que comenzamos un proyecto creativo. No es de extrañar que instintivamente nos protejamos pretendiendo alcanzar la perfección o lograr dar a luz “la gran obra”. Como creadores, somos vulnerables. Como seres humanos, la única crítica dañina que tiene poder sobre nosotros,es la propia.

 

¿Puede la imperfección de las formas tangibles revelar la belleza intangible encerrada en ellas?

 

Dentro del pensamiento japonés existe una forma de contemplación que es conocida como wabi-sabi. Wabi sabi es la belleza de las cosas imperfectas. Es la belleza de lo simple, de lo modesto, de lo que carece de pretensión y sofisticación. De lo que está despojado de la excesiva intervención humana.Este flujo espiritual, estético y contemplativo ha influenciado fuerte y extensivamente tanto el pensamiento filosófico antiguo, como la vida actual y cotidiana de los japoneses.También se puede apreciar esta sensibilidad perceptual  en sus prácticas meditativas como el zen o en la construcción de su poesía, o paladearlo en una típica y exquisita ceremonia de té.

 

Wabi- sabi es una palabra que exuda una profunda ambigüedad, mientras que evoca una sutil  y esquiva esencia. Conjurar su espíritu y colocarlo- con elegancia o torpeza- dentro de palabras es casi un acto de insolencia pueril. El espíritu que pretende comunicar este concepto y darlo a conocer a través de su filosofía y estética, no depende en absoluto de las palabras ni se deja encerrar en ellas. No está sujeto a ningún texto o lenguaje en particular, pero sin embargo está presente en todo lo que estremece al corazón del que está descarnadamente vivo. El espíritu wabi- sabi despierta a una piel sensible y despojada de artificios, empujando a quien se deja conmover por ella hacia una belleza poco apreciada; la belleza que se oculta en la fragilidad e impermanencia de las formas. Este tipo de inteligencia se tradujo como el arte de lo imperfecto.

 

¿Perfección?

 

Haruki Murakami lo expresa sencillamente así “hay obras que poseen cierto tipo de imperfección que cautiva el corazón de las personas justamente por eso, por ser imperfectas…

 

Hace un tiempo, me contaron una historia acerca de las mujeres tejedoras del norte de argentina. Las expertas manos tejedoras de esta comunidad originaria, dejan intencionalmente un defecto en las mantas que tejen. Lo hacen para que el espíritu las encuentre. Ese defecto intencional, es por donde la vida les recuerda a los humanos que la verdadera belleza no está atada a las formas cambiantes de la existencia. Esta clase de conciencia es la que despierta wabi sabi. La belleza de la imperfección ayuda a madurar la conciencia del hombre que en su arrogancia se cree infalible.

 

“La imperfección es la cima. Esa imperfección, como se ha visto, no es realmente imperfecta: es voluntario inacabamiento. Su verdadero nombre es conciencia de la fragilidad y precariedad de la existencia, conciencia de aquel que se sabe suspendido entre un abismo y otro.”

José Juan Tablada.

 

Si cada error es una oportunidad, cada defecto es una invitación a descubrir la belleza que el tiempo no puede matar, ni las palabras encerrar.

 

ɐ u ǝ ɹ o L

ǝ l ɐ ɔ o ı C

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